Por Ricardo Smith
El hambre en el mundo es un asunto que, desafortunadamente, en tiempos del siglo XXI permanece sin resolver. La pobreza sigue siendo la causa principal del hambre y la desnutrición (1) debido a “que impide a la gente pobre producir o comprar los alimentos, independientemente de cuánto haya disponible” (1).
Según el informe Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutricional Mundial para el año 2000 (2), superar el hambre y la malnutrición implica conseguir alimentos suficientes para sobrevivir, y además que sean nutritivos. Para muchas familias la dieta saludable constituida por alimentos con alto contenido de nutrientes, como los productos lácteos, las frutas, las hortalizas y los alimentos proteínicos sean de origen vegetal o animal, es costosa y de escasa asequibilidad.
La reducción de la pobreza y la erradicación del hambre dependen del progreso en las zonas rurales, donde viven la mayoría de las personas pobres y que sufren la inseguridad alimentaria. Por ello los sistemas alimentarios no pueden excluir a la pequeña agricultura (3), deben fortalecerse para ser más sostenibles, más resilientes, inclusivos y justos, enfocándose en lograr los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) 1 y 2, poner fin a la pobreza y al hambre. En este sentido, la agricultura destaca por su papel fundamental para transformar la economía, garantizar la seguridad alimentaria y la nutrición y poner fin a la pobreza extrema (4).
La seguridad alimentaria se ve perjudicada por la pobreza, lo cual se evidencia cuando una familia tiene reducida su capacidad de adquirir alimentos en variedad y calidad, en contra de su salud, al aumentar el riesgo de adquirir enfermedades. Una estrategia que contribuye a mejorar la seguridad alimentaria es el huerto familiar que constituye una alternativa de autosuficiencia para proveerse de alimentos sanos y frescos en forma permanente (5).
Los huertos, desde la prehistoria se ubican junto a la vivienda rural, teniendo diversidad de cultivos con el propósito de subvencionar las necesidades familiares referidas a productos alimenticios básicos, frutas, legumbres, materiales diversos, condimentos y especias, estimulantes y medicamentos.
En América Latina surgieron por influencias étnicas de la época precolombina, proporcionaron los principales alimentos durante la esclavitud y aún hoy tienen importancia en la subsistencia y generación de ingresos de la familia campesina (6).
Su importancia para mejorar la seguridad alimentaria
Los huertos y granjas familiares son sistemas de producción de alimentos para el autoconsumo (7), localizados generalmente en un área cercana a la vivienda (8), que tienen una tradición establecida (9) y ofrecen muchas posibilidades para mejorar la seguridad alimentaria de las familias (7,9,10) y mitigar las deficiencias de micronutrientes (9). Pueden contribuir a proporcionar a la familia: 1) variedad de alimentos nutritivos de origen vegetal y animal durante todo el año o varios meses al año, 2) aumentar la capacidad de pago derivada del ahorro en compras de alimentos y de los ingresos por la venta de productos excedentes cosechados y 3) proporcionar una reserva de alimentos para los períodos de escasez (6-10).
Debido a estos aspectos, la promoción de huertos en las familias que viven en áreas rurales, con bajo poder adquisitivo y deficiencias alimentarias, tiene gran importancia para el mejoramiento de sus niveles de seguridad alimentaria y nutricional (7).
De acuerdo a la FAO (7), el huerto familiar constituye un sistema de producción de alimentos que en la dieta humana complementan a aquellos conocidos como básicos, cuyos principales ejemplos son el arroz, el maíz, el trigo, la cebada, la papa y la yuca. Al ser manejados y controlados por el grupo familiar, los alimentos que produzcan podrán destinarlos al consumo, la venta o el intercambio. Es de esperar, que la familia tenga como prioridad satisfacer el consumo familiar con los alimentos producidos, para mejorar su alimentación y las deficiencias que acompañan la inseguridad alimentaria en las familias.
Actualmente, en los países menos industrializados, los organismos internacionales y nacionales que promueven el desarrollo están estimulando y apoyando con iniciativas económicas el cultivo de los huertos familiares con la finalidad de mejorar los medios de subsistencia de las poblaciones rurales y periurbanas (FAO, CEPAL). Además la pandemia de COVID 19, ha puesto de manifiesto la mayor vulnerabilidad alimentaria de las familias que no tienen acceso a los alimentos cercanos al sitio de residencia. En particular, estos organismos de desarrollo, se han propuesto como unos de sus objetivos reducir la pobreza; diversificar los ingresos y el empleo rural; mejorar el aprovisionamiento alimentario de la familia, en cantidad y en calidad; mejorar la condición femenina; mejorar la utilización del agua y de los desechos en el hogar y en la comunidad; reducir la presión sobre los recursos alimentarios silvestres y la preservación del ambiente” (6).
El manejo de los huertos permite que se empalmen dos cosechas consecutivas para garantizar mayores días con alimentos. Un buen aporte del huerto familiar, incluso muy pequeña, es que puede contribuir a producir los alimentos fuentes para cubrir las necesidades en vitamina A, vitamina C y en otras substancias nutritivas necesarias para un niño en pleno crecimiento (6). Entre los diversos usos reportados para los huertos están: ecológicos, alimentarios, forrajeros, medicinales, ceremoniales, de protección y delimitación, artesanales, herramientas agrícolas, de esparcimiento, ornamentales, de conservación de suelo y agua, generación de microclimas, combustibles, construcciones y dormitorio de especies animales domésticas; además se considera que la amplia agrobiodiversidad de los huertos familiares está relacionada con las condiciones fisiográficas, biogeográficas, ecológicas y socioculturales, entre otras (11).
El consumo en variedad y cantidad de frutas y hortalizas procedentes del huerto familiar, puede contribuir a mejorar la calidad y variedad de la dieta y a proteger de enfermedades a los consumidores de estos alimentos. Por ello, son importantes los esfuerzos para promoverlo, particularmente en las comunidades rurales. En este sentido, los huertos familiares y escolares fueron señalados por Bengoa JM (12) como una de las posibles acciones complementarias a incluir en un programa de nutrición comunitaria, que deberá ajustarse a la problemática local de las comunidades.
Los huertos familiares que en el contexto de un enfoque integrado recurren a los sectores de la salud, de la nutrición y de la agricultura, son aquellos que proporcionan los mejores resultados en materia de seguridad alimentaria y de sustentabilidad (13).
Algunas experiencias en Venezuela
En Venezuela, se han desarrollado algunos proyectos de huertos familiares con la participación de las comunidades, los cuales han fortalecido las capacidades y técnicas para un mejor aprovechamiento de este recurso en el mejoramiento de la seguridad alimentaria Entre ellos se encuentran:
- Carora, estado Lara, 5 familias elaboraron sus huertos piloto de hortalizas de ciclo corto con asistencia técnica de la UCLA, en 2012 (14).
- Proyecto de Huertos Familiares de la Asociación Civil Acción Campesina, cuyo objetivo es “la incorporación de la familia a la producción agrícola en pequeña escala… en los estados Aragua, Miranda, Guárico, Sucre, Lara Mérida y Zulia” (15).
- Alianza Solidaria promovió la producción propia de alimentos para familias vulnerables mediante el cultivo de huertos en cinco localidades de Venezuela (16).
- Huertos familiares desarrollados con la participación de la Fundación Isabel Martín junto al Centro de Promoción Integral del Niño, en comunidades de los Municipios Maracaibo, Mara y Guajira del estado Zulia, con el propósito de que las familias aprendieran a cultivar y autoabastecerse (17).
- Rescate de patios productivos en comunidades del estado Trujillo, como estrategia de producción sostenible para propiciar la seguridad alimentaria y adaptarse al cambio climático, promovido por la Fundación para la Agricultura Tropical Alternativa y el Desarrollo de la Agricultura Tropical Integral (FUNDATADI) (18).
- Comunidades Piaroa del estado Amazonas diversificaron sus cultivos autóctonos, para contribuir con la seguridad alimentaria y mejorar los medios de vida de sus familias, gracias al trabajo de la Fundación para la Conservación de la Biodiversidad (PROBIODIVERSA) (19).
- Granadillo, estado Anzoátegui, la Fundación Laboratorio de Ecología Humana (ECOHUMANA), implementó un modelo de Unidad Agrícola Familiar como estrategia para contribuir a la seguridad alimentaria, el mantenimiento de la biodiversidad local y el manejo sostenible de su micro cuenca (20).
- Municipio El Pilar, estado Sucre, El Centro Ambiental El Refugio del Bosque, a través de la Fundación “Thomas Merle”, promovió el establecimiento de 16 huertos familiares con acompañamiento y asesoría técnica (21).
- FUSAGRI ha asesorado y capacitado a distintas familias de la Serranía del estado Falcón en huertos familiares y otras actividades de desarrollo productivo (22).
La promoción de iniciativas como estas es fundamental para transformar la economía familiar, contribuir a mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición y disminuir el empobrecimiento. Ante la difícil situación económica como consecuencia del impacto en la economía de la pandemia mundial por Covid 19 y son necesaria medidas como el huerto familiar que contribuyan a reducir la vulnerabilidad alimentaria y nutricional.
Referencias:
- González Ramírez MR. Prólogo Universidad de Alicante. En: Moll Cervera F, et al. Hambre, miseria y enfermedad en Latinoamérica y el Caribe: el papel de la nutrición en las enfermedades tropicales desatendidas (ETD) en Nicaragua [Internet]. Alicante: Universidad de Alicante y Nunut Nutrididáctica; 2014 [consultado 2 mar 2021]. p. 6-7. Disponible en: https://www.fundacionbengoa.org/wp-content/uploads/publicaciones/Hambre-miseria-Nicaragua-Proy-Alicante-2015.pdf
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