Mercedes Enriqueta López de Blanco (Checheta)
Edgardo Mondolfi Gudat

Las hermosas palabras de Ana Mercedes hacen innecesario que yo les hable desde el punto de vista de lo que Checheta significó para mí como familia, más allá del hecho obvio de que, de no haber sido por ella, jamás habría tenido la fortuna de haber conocido a Josefina.
El caso es que quisiera referirme más bien a lo que ella representó para la sociedad venezolana, como mujer y como profesional. Especialmente porque la vida de Checheta hubo de coincidir, en extensa medida, con lo que iba a significar la incorporación plena de la mujer al paisaje venezolano desde todo punto de vista, durante nuestro recién pasado siglo XX.
De ahí, por ejemplo, lo importante que me resulte destacar el hecho de que fuese la primera mujer egresada con la distinción de MAGNA CUM LAUDE, como Médico-Cirujano, de la Universidad Central de Venezuela, en 1967.
Tanto como ello, quisiera poner de relieve su labor como investigadora, así como de promotora de consorcios de investigación de enorme relevancia, no sólo a nivel nacional, sino a nivel regional, en temas de nutrición, crecimiento y desarrollo.
Checheta asumió siempre un papel de líder en la articulación de equipos de investigación en universidades tan solventes como la Universidad Simón Bolívar o en instituciones tan prestigiosas como Cania o la Fundación Bengoa.
Siempre lo hizo buscando espacios para la promoción de la importancia que ella le confería al tema de la nutrición y el crecimiento del venezolano a través de lo que fuera su rabiosa perseverancia, pero contando, a la vez, con receptores sensibles como podían serlo, por ejemplo, la Fundación Empresas Polar y otras instituciones y centros educativos del país, en algunos de los cuales, y por si fuere poco, Checheta ofreció su concurso como docente-invitada, o como orientadora y facilitadora a la hora de celebrarse los muchos congresos de investigación en los cuales participó o lideró.
Creo que la justa valoración que podamos hacer de tales contribuciones académicas de Checheta es algo que el tiempo habrá de hacerse cargo de poner de relieve, sobre todo -e insisto en subrayarlo- por la proyección que tuvieron tales estudios y tales investigaciones más allá de nuestras fronteras nacionales.
Existe otra cosa que quisiera poner de bulto pensando en lo que ella vino a significar para mí, pero sobre todo para el país. Me refiero a que Checheta fue siempre una opinante consciente y profundamente comprometida con los dolores venezolanos. Una opinante que, en resumidas cuentas, jamás fue indiferente a nuestros desvelos como sociedad.
Como opinante atenta, nunca dejó de asumir ese rol con sensibilidad y firmeza desde su muy honda y auténtica fibra venezolana en procura de ofrecer sus pareceres sobre temas pertinentes al interés nacional.
Todo esto en el entendido, además, de que el estudio metódico y sistemático de todo aquello a lo cual se consagró con tanta pasión -me refiero al crecimiento, desarrollo y evaluación nutricional del venezolano- siempre formó parte de lo que ella consideraba que debía ser la promoción de una política pública que reclamaba cada vez de mayor grado de atención y del concurso cada vez de mayor número de actores, tanto de parte del Estado como del empresariado criollo y, preferiblemente si tal clase de política iba orientada, además, hacia una inteligente conjunción de esfuerzos e iniciativas entre el sector público y el privado.
Respecto a esto último, quisiera poner de relieve, además, esa especie de paralelo que cabe advertir entre lo que ella y su padre, el presidente Eleazar López Contreras, pensaban al respecto, bien que a partir de dos contextos epocales radicalmente diferentes entre sí.
Me refiero al riesgo de lo que entrañaba contar con un país malnutrido, desnutrido o raquítico, no sólo en relación a lo que fue el país de las carencias y de las urgencias que tuvo que afrontar López a partir del año 36, sino al país de la abundancia que Checheta, en cambio, pudo atestiguar a lo largo de su adultez.
Lo importante -a mi juicio- es poner de relieve lo que en ambos casos entrañaba emprender una política responsable de nutrición y crecimiento como parte de la robustez que exige una sociedad; pero también respecto al valor mismo de lo que esos indicadores eran capaces de revelar para futuras acciones o de lo que, a fin de cuentas, dentro de la órbita de la salud pública y para el buen desempeño económico del país, venía a significar la presencia de un venezolano bien nutrido.
Pero también me atrevería a hacer otra referencia acerca de esas afinidades que compartió con su padre puesto que, en la medida en que más fui conociendo a Checheta, pude percatarme de las tantas similitudes de su parte con el propio López Contreras.
Checheta siempre privilegió la conciliación y cultivó el hábito de brindarle un oído atento a quienquiera que tuviese algo importante qué decir. Al mismo tiempo, siempre tendió a guardar la serenidad en toda circunstancia, algo que, a mí, siempre me llenó de asombro.
De hecho, no recuerdo haber atestiguado jamás algún momento en que la viera perder el aplomo, o ese llamado a la “calma y la cordura” o, dicho de otro modo, que alguna vez le viera abandonar eso que ella se preciaba (y enorgullecía) de decir que compartía con su padre. Me refiero a ese rasgo que ella misma llamaba, utilizando una expresión muy contemporánea, “Inteligencia emocional”, probablemente una expresión que el propio López jamás llegó a escuchar pero que, de alguna manera, le daba realce y un valor muy pertinente a la forma en que López Contreras debió tomar decisiones y lidiar con un país revuelto, impaciente y lleno de legítimas rabias históricas.
Insisto en que ello será para mí uno de los recuerdos más perdurables que conserve de Checheta: la forma en que no sólo valoró el accionar temperamental de su padre sin lo tanto que hizo por emularlo dentro de ese conjunto de rasgos positivos que todos esperamos ver en la paternidad.
Insisto en que será el tiempo el que se haga cargo de poner de bulto, o de poner de relieve o, sencillamente, de poner en perspectiva, sus contribuciones al país, las cuales fueron muchas y diversas.
Simplemente quisiera concluir diciendo lo siguiente: Checheta fue, en todo momento, una persona de trayectoria limpia y honesta, intelectual, profesional y personalmente hablando.
Te tenemos en nuestra memoria, querida Checheta.
Siempre estarás con nosotros.
Muchas gracias.